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sábado, 18 de junio de 2011

DECÍDETE A ROMPER EL SILENCIO

IDENTIDAD

Nuestra identidad es lo que nos permite distinguirnos de las y los demás...ser quienes somos.Cada aspecto de mi identidad (lengua que hablo, características físicas, edad, sexo, motivaciones, intereses, capacidades, estilo de aprendizaje, etc.)me convierte en memoria viva de mi propia historia, que es diferente a la tuya. Y son precisamente esas diferencias las que nos complementan y enriquecen. Por tanto,lo que más necesitamos es APRENDER A SER con las otras y los otros, celebrando nuestras diferencias y llegando a puntos de encuentro y unidad.

LA IRA NOS ESCLAVIZA...

"El odio envenena. Es una emoción incendiaria que destruye la capacidad de actuar con dignidad y excelencia"
"Para llegar a perdonar plenamente, darse cuenta de lo que está pasando es la base para iniciar cualquier cambio positivo"
"Cuando culpamos a los demás de nuestra ira, nos permitimos ser esclavos y víctimas de ellos"

Por: MIRIAM SUBIRANA

A veces no es posible olvidar, pero sí que podemos lograr que ya no nos afecte lo que ocurrió. El problema surge cuando consideramos lo ocurrido como inaceptable, entonces somos incapaces de perdonar. Podemos considerar inaceptables ciertas situaciones vividas que se dan porque se han traicionado unos acuerdos, unos principios, no se han cumplido nuestras expectativas o no se han respetado ciertos valores. Sea cual sea la razón de lo "inaceptable", podemos aferrarnos a ella y quedarnos clavados ahí. Por mucho que no estemos de acuerdo con lo ocurrido, tenemos que aceptar los hechos. Aceptar no significa estar de acuerdo. En el mundo hay mucha rabia en contra de las injusticias. La rabia no soluciona las injusticias, sino que crea más dolor e incluso más injusticias.

El profesor Robert Enright, de la Universidad de Wisconsin, uno de los pioneros de la terapia del perdón, afirma que "cuando algo nos ha dañado, tendemos a hablar de justicia mucho más a menudo que de perdón". Cuando alguien nos ha defraudado, herido o traicionado, sentimos que tenemos que hacérselo pagar. Creemos que así haremos justicia. Consideramos inaceptable lo que ha hecho y esa rabia nos mantiene atados a la situación y a la persona que nos ofendió. En vez de perdonarla y soltarla, nos atamos más a ella, nutriendo el resentimiento.

Y al hacerlo, somos injustos con nosotros mismos: nos mantenemos en el infierno de nuestro fuego interior. El odio afecta a nuestra salud, "envenena" nuestro corazón, mata nuestra paz interior, nos seca de amor y felicidad. El odio es una emoción "incendiaria", destruye la concentración y mata la capacidad de actuar con dignidad y excelencia. Unas sabias palabras dicen: "¿Quieres ser feliz un momento? Véngate. ¿Quieres ser feliz siempre? Perdona".

pensamientos intoxicantes

"Una persona resentida se intoxica a sí misma" (Maz Scheler, filósofo)
En una ocasión, un hombre se aprovechó de mí, me engañó y me estafó. Cuando me di cuenta, no podía creer mi ingenuidad. ¿Cómo permití que ese hombre me hubiera mentido así? ¿Cómo me lo creí y confié? ¿Tan tonta soy? Estos pensamientos me torturaban. Hasta que me di cuenta de que tenía que perdonarme. Aprender la lección, pero no seguir martirizándome por la experiencia vivida. El perdonarme me liberó. Cuando al cabo de un tiempo me encontré casualmente con él, pude mirarle a los ojos.


Toda experiencia vivida, aunque usted no quisiera experimentarla y ni siquiera la buscara, la sintió porque se permitió vivirla. Muchas veces, el problema está en no saber poner los límites cuando nos entregamos a las experiencias. Cuando salen mal, buscamos culpables, y aunque los encontremos y les perdonemos, eso no nos alivia del todo hasta que nos perdonemos a nosotros mismos. Se trata de perdonarse a sí mismo por haberse permitido entrar en esa experiencia..

Si estamos resentidos, la vía de salida pasa por aceptar y perdonar. Aceptar lo que ha ocurrido. Lo cual puede implicar aceptar la pérdida, aceptar que le engañaron, aceptar su error y/o el del otro, aceptar que le hirieron o aceptar que mataron a un ser querido.

La neuróloga María Gudín afirma que superar las ofensas es una tarea sumamente importante, porque el odio y la venganza envenenan la vida. Perdonarse y perdonar abrirá las vías para sanar el corazón dolido.
Para conseguirlo debemos recuperar la soberanía sobre nuestra mente y nuestros pensamientos. Algunas personas creen que perdonar es un acto de debilidad. Sin embargo, es todo lo contrario; perdonar muestra que nos hacemos dueños de nuestro bienestar y dejamos de ser víctimas del otro. Perdonar nos permite recuperar nuestro poder interior. Sin ese dominio, nuestra mente irá una y otra vez hacia ese lugar de sufrimiento, repetirá el ¿por qué a mí? ¿Cómo se atrevió? Los pensamientos serán como un martilleo constante, y no controlará los sentimientos de rabia, frustración y tristeza. Como la carcoma, sus propios pensamientos agujerearán las entrañas de su ser y se quedará agotado, sin energía. En ese momento se ha olvidado del primer principio de autoliderazgo: nadie crea sus pensamientos ni sus sentimientos excepto usted mismo.

Debemos cambiar la perspectiva y concienciarnos de que lo que pensamos al respecto de lo ocurrido es lo que alimenta nuestro malestar. Para lograrlo nos ayudará ser conscientes de que quien nos ha hecho daño es también un ser humano con sus debilidades y que, por la razón que sea, se ha comportado injustamente víctima de su ignorancia, sus creencias, sus neuras, sus impulsos o su propia rabia. La rabia no se vence con más rabia. Cada persona tiene un valor intrínseco por lo que es, no tanto por lo que ha hecho. No permitamos que nuestro resentimiento nos nuble la visión global.

Para llegar a perdonar plenamente debe ser consciente de lo que lleva dentro. Darse cuenta de lo que le está pasando es la base para iniciar cualquier cambio positivo. Cuando sienta rechazo, inseguridad, vergüenza, envidia, rabia, miedo, desaprobación, permítase aceptar lo que siente y afrontarlo. Imagínese cómo se sentiría si no se resistiera a estos sentimientos, sino que los aceptara plenamente.. Pruébelo.

La situación que provocó el sentimiento quizá ya pasó, pero si se agarra al sentimiento y lo rechaza, lo esconde o huye de él, lo mantiene y crece en su interior como las malas hierbas. Crece hasta que uno estalla o enferma. Es más sano permitirse sentirlos y soltarlos escribiéndolos, hablándolo con un amigo de confianza, expresándolos con movimiento corporal o pintándolos. Si tiene práctica, o está dispuesto a conseguirla, puede ayudarle mucho la meditación, ya que le facilita trascender los sentimientos hasta que estos se disuelven.

Piense en positivo: sea consciente de que usted es el creador de lo que piensa. Cambie el foco de atención. Medite. Perdone y suelte. Mire hacia delante. Cuando se libere de esos sentimientos, vivirá en paz interior. Dejará de martirizarse y asumirá la responsabilidad. Al asumirla permitirá que todo su potencial permanezca despierto.

Pasar página

"Para soltar el pasado debemos estar dispuestos a perdonar" (Louise L. Hay)
A veces, alguien le dice algo en tres minutos que le sienta fatal. Después de cuarenta y ocho horas aún lo recuerda. Lo recrea repitiéndolo en su mente y en sus palabras: ¡qué se ha creído!, ¡qué se ha pensado! Con esto fortalece esa experiencia en su registro, de manera que al cabo de años se acuerda de aquello que le dijeron, y su rabia, resentimiento o tristeza han crecido. El otro se descargó al decirlo y lo olvidó. Como el que tira la basura y se olvida. Alguien suelta cuatro palabras y se olvida, se queda tan tranquilo, pero usted no lo olvida, sino que las repite en su mente hasta tal punto que a veces ni siquiera puede dormir.


El problema no es tanto lo que el agresor hizo, sino toda la interpretación y la historia que nos hemos ido contando desde que ocurrieron los hechos. Para salir de este estado, debemos impedir que nuestros recuerdos nos invadan. Debemos ponerlos en su sitio: en el pasado. El pasado ya se fue y ahora lo que tiene es este momento presente. No lo pierda alimentando sus resentimientos de lo que habría podido ser y no fue o de lo que fue y no tendría que haber sido.

Perdonar nos ayuda a decir: lo que fue ya pasó. Ya no es. Ya no está excepto en su propia mente. Practique el lema: "Lo que ha sucedido ya es pasado". No necesita pensar en ello tantas veces. No permita que su mente lo reviva. Valore su tiempo. Valore su creación: los pensamientos. Es necesario darse cuenta de que cuando proyectamos en los demás y les culpamos de nuestra ira, nos permitimos ser esclavos y víctimas de ellos. Aferrarse es nocivo. El aceptar nos libera. Para conseguirlo se requiere del poder mental que permite detener los pensamientos repetitivos que provocan malestar. Con afirmaciones puede fortalecer su mente. Louise Hay sugiere esta: "Te perdono por no ser de la forma que yo quería que fueras. Te perdono y te libero".

Gozar del presente

"Si no perdonas por amor, perdona al menos por egoísmo" (Dalai Lama)
Al darse cuenta de que el cambio depende de usted, es capaz de perdonar y seguir adelante con su vida sin cargar por más tiempo el dolor que le hace vivir en el pasado y no le permite gozar del presente. Esta es la base para restablecer el poder de su corazón y su capacidad de amar. Esto le permitirá acercarse al centro de su ser. Reencontrará su estado de paz, brotará de usted el amor y la felicidad. Reconectará con su verdadero corazón capaz de abrazar sin rencor, capaz de amar sin poner condiciones limitadoras. Es una práctica que puede empezar ahora. Sentirá Ágape, el amor desinteresado que no busca retorno y está relacionado con la capacidad de perdonar. Cuando perdona, ama.


Faro invitado: El País / Psicología

jueves, 1 de abril de 2010

Perdonarse a sí mismo: fuente de gran plenitud.- Carlos Novoa, sacerdote jesuíta y teólogo

El perdón a sí mismo es una dimensión muy importante de la existencia humana, porque quien no se perdona a sí mismo no puede perdonar a nadie y no puede ser feliz. Empezando este artículo viene bien una expresión de los últimos generales de la Compañía de Jesús, el Padre Pedro Arrupe y el Padre Peter Hans Kolvenbach que reza así: “Es muy importante en la vida saber reír y tener humor, comenzando por saber reírse de uno mismo”. Aquí estamos en el corazón del tema de perdonarse a sí mismo.

Perdonarse a sí mismo no se estila porque vivimos en la sociedad del delirio neoliberal, de la globalización de la miseria, donde no hay cabida para el perdón a sí mismo porque el estereotipo que se nos impone es el de “yo el perfecto”, lleno de éxito, que no puedo tener ningún defecto, ni ninguna falla.

Entonces así no tengo por qué perdonarme, porque soy perfecto. Y cuando uno está convencido de que es perfecto o perfecta, entonces uno está en un camino suicida y en un camino de gran frustración, porque es parte fundamental de la existencia humana la contingencia, la limitación.

Dicen los latinos “humano es errar”. Y cuando yo no me permito errar, cuando yo no me permito equivocarme, entonces yo entro al delirio de los dioses humanos con pies de barro. Estos son los peores dioses porque son inclementes, ya que son perfectos, y sin lugar a dudas le exigen a todos la perfección absoluta, que nunca existe, por lo menos en esta tierra. Por lo tanto, es condenarnos a ser lo que no somos. Por ésto es muy importante, primero que todo, aceptarnos como somos: personas con cualidades, con posibilidades, con recursos, con límites y con inconsecuencias.

Paradójicamente necesitamos reconocernos inconsecuentes y limitados ya que ésta es la condición de posibilidad del crecimiento, del progreso y del desarrollo, del auténtico desarrollo, que es el desarrollo integral.

Y para poder crecer debo reconocer que no me las sé todas, que necesito avanzar, que necesito ser corregido por los otros, que necesito corregirme a mí mismo. De lo contrario, soy perfecto, y quien es perfecto no avanza y se mutila porque todos necesitamos crecer. De ahí que sea muy importante perdonarse a sí mismo.

Uno se perdona sus límites, porque de una u otra forma todos queremos ser perfectos, todos queremos hacerlo bien, pero no lo podemos hacer bien siempre. Me perdono mis inconsecuencias, mis errores, mis fallas, incluso mis traiciones y esto es muy importante. Sólo aquel que se perdona a sí mismo puede amar, porque amar es asumir al otro como es, con todas sus glorias miserias, y amar es encontrarnos en la gratuidad de lo que es el otro, no imponiéndole mi estereotipo de perfección.

Fíjense lo importante que es perdonarse a sí mismo, porque ésto es la posibilidad del amor, porque es aceptar al otro como es en la medida en que yo me acepto a mí mismo como soy. Y es sólo esta relación de gratuidad donde yo no estoy imponiendo mi estereotipo de perfección, ni a mí mismo, ni a los otros, lo que me permite ser feliz.

Perdonarme significa conocerme a mí mismo. Tenemos un gran maestro de la muy antigua sabiduría oriental, el chino Sun Tzu, quien es su milenario libro “El arte de la guerra” nos dice: “Conócete a ti mismo y ganarás todas las batallas”. Y él no habla sólo de las batallas militares, él habla de la gran batalla, que es la batalla del cotidiano, de la existencia humana ¿Batalla contra quién?

Corrientes muy serias de la antropología y la psicología profunda contemporáneas señalan que estamos constituidos por diferentes pulsiones, dentro de las cuales sobresalen dos en particular: la pulsión de darse al otro, la alteridad, y la pulsión del egocentrismo.

Todos deseamos darnos al otro en gratuidad porque aprehendemos que ésto nos plenifica, y al mismo tiempo experimentamos la necesidad de afirmarnos a nosotros mismos negando al otro: esto es el egocentrismo.

Sin embargo, esta dinámica es muy compleja, ya que todos necesitamos una cierta dosis de ego, lo que hoy llaman los psicólogos la autoestima, y por esto el Evangelio afirma lo siguiente: (estoy parodiando el Evangelio) le preguntan a Jesús: “¿Maestro qué tengo que hacer para llegar a la felicidad?” y él responde: “Amar a Dios sobre todas las cosas y al otro como a sí mismo”. Luego la felicidad desde el camino cristiano es un ferrocarril que anda sobre una carrilera de tres rieles: amarse a sí mismo, amar al otro y amar a Dios.

PERDONAR

"Perdonar no es olvidar, es recordar sin dolor, sin amargura, sin la herida abierta; perdonar es recordar sin andar cargando eso, sin respirar por la herida, entonces te darás cuenta que has perdonado." (Anónimo)

ARTÍCULO-República Dominicana: Las mujeres también hicieron ABRIL

http://www.mujereshoy.com/secciones/3051.shtml

(Mujeres hoy) En el documento titulado 1965, las mujeres también hicieron abril la Secretaría de la Mujer detalla el hecho de que al igual que en la Guerra de Independencia, la primera intervención estadounidense de 1916 o en el período de la dictadura trujillista, en la revolución de abril de 1965 las mujeres también se integraron a la lucha.

En el texto se hace una reseña del papel desempeñado por Hilda Gautreau, Yolanda Guzmán, Emma Tavárez Justo, Piki Lora y Aniana Vargas, algunas de las caras femeninas que participaron activamente en las acciones de resistencia.

Tareas tradicionales como organizar el suministro de comida; tareas audaces como entrenarse en el manejo de las armas y luego impartir instrucción a otros combatientes; tareas diversas de logística, como procurar fondos y comida en el interior del país mediante contactos e incursiones fuera de la zona de guerra; servir de correo clandestino, tipificar sangre, organizar la atención a las personas heridas en los hospitales, distribuir documentos, trasladar armas, procurar combustible y enterar a los muertos.

La mayoría de estas mujeres procedían de diferentes localidades del país. Algunas eran conocidas; otras lucharon en el anonimato y sus aportes quedaron en el silencio. Todas venían de una larga dictadura con muchas ansias de libertad.

“En la Revolución hubo una presencia femenina bastante destacada. Y no faltaba más, ya que fue un hecho de masas que contó con la participación de sectores muy amplios y del mayor nivel político de la época. Desde luego, había mujeres y no pocas, en diversas actividades, de diversas procedencias, clases sociales y creencias políticas”, señala el historiador Roberto Cassá.

Muchas ya tenían una trayectoria política como Piky Lora, Aniana Vargas o Hilda Gautreau, que pertenecían al Movimiento Revolucionario 14 de Junio (1J4). Otras todavía no descollaban en las luchas y vieron interrumpida la cotidianidad con el ruido de los fusiles.

Los hechos

La guerra estalló el 24 de abril de 1965 con la sublevación de los militares que decidieron deponer el gobierno del Triunvirato para restablecer en el poder al profesor Juan Bosch, derrocado el 25 de septiembre de 1963. Tres días después se produce la segunda intervención militar estadounidense.

A principios de mayo se establece el llamado “Cordón Internacional de Seguridad” que dividió a Santo Domingo en dos y que dejó a la mayor parte de los constitucionalistas replegados en la parte colonial de la ciudad.

“Consumada la intervención el 28 de abril, la insurrección popular cambió su carácter: se transformó en guerra patria y alentó el crecimiento de la conciencia antiimperialista en vastos sectores de la población dominicana”, plantea Margarita Cordero en su libro Mujeres de Abril, publicado en 1985.

Con la llegada de las tropas invasoras comenzaron cuatro meses de resistencia y de luchas que culminarían a finales de gosto de 1965, cuando los constitucionalistas deciden firmar el acta de Reconcialiación presentada por la Organización de Estados Americanos (OEA).

“Había muchos hombres con las armas en las manos, otros apoyándolos, pero sobre todo había muchas mujeres”, recuerda Vicenta Vélez, compañera del coronel de Abril, Francisco Alberto Caamaño Deñó y madre de tres de sus hijos. Vélez insiste en que “la trinchera del honor no sólo eran los que combatían con el fúsil, la trinchera del honor éramos todos los que estábamos allá dentro (en la llamada Zona Constitucionalista)”.

Hija del comunista español Vicente Vélez y de la dominicana María Estele Catrain (Maricusa), Vicenta empezó a establecer su relación de compañera con Caamaño en París, después de la Revolución. Luego lo acompañó en Cuba en los entrenamientos guerrilleros para el desembarco de febrero de 1973.

La familia Vélez abandonó el país antes de la caída de Trujillo. Para noviembre de 1964, Vicenta retornó de vacaciones con su madre y decide quedarse impartiendo docencia en la escuela de una de sus tías.

Así la sorprendió abril de 1965. “Empezaron los movimientos y nos dimos cuenta que era una guerra civil porque los civiles empezaron a tomar armas. Los militares vinieron a la ciudad y comenzaron a armar al pueblo”.

Entonces se quedó en el hospital Padre Billini. En los días posteriores se convirtió en parte de las personas que salían de la Zona Constitucionalista a buscar cualquier cosa que hiciera falta y a establecer las comunicaciones que necesitaban los constitucionalistas.

Caras de la guerra

Aniana Vargas. Ecologista. Formaba parte del 1J4. Combatió en la zona norte de la capital bajo la dirección de Roberto Duvergé. Murió al frente de una federación de campesinos de Bonao en la que luchó por la preservación del medio ambiente y la cuenca de los ríos de la zona.

Piky Lora. Combativa. Participó en la guerrilla del 1J4 de 1963 en el frente Juan de Dios Ventura Simó, que operó en San José de Ocoa. Abogada especialista en materia de tierras, llevó el expediente contra los acusados de expropiar terrenos en Bahía de las Águilas.

Yolanda Guzmán. Fusilada. Sindicalista y militante del Partido Revolucionario Dominicano (PRD). Fue fusilada por miembros del Centro de Enseñanza de las Fuerzas Armadas (CEFA), en Guanuma, mientras alentaba a los pobladores a la lucha revolucionaria por la constitucionalidad.

Hilda Gautreau. Abogada. Miembro del 1J4 y del Movimiento Popular Dominicano. Como abogada defendió a presos políticos en los tribunales del país. Se integró a la Revolución de 1965 desde el Comando Médico.


Fuente: Caribecdn, agencias.

MARÍA MONTESSORI- UNA EDUCADORA DIFERENTE

¿Conoces a María Montessori?

MARÍA MONTESSORI
(31 de agosto de 1870 - 6 de mayo de 1952)

Nació en Chiaravalle, provincia de Ancona, Italia, en el seno de una familia burguesa católica. Su madre fue Renilde Stoppani, mientras que su padre Alessandro Montessori era militar de profesión y muy estricto; en esa época a lo que más aspiraba una mujer era a ser maestra, aunque en su familia se reconocía el derecho a cierta educación de la mujer.

Fue una educadora ejemplar y adelantada a su tiempo. Esta italiana nacida en el seno de una familia de clase media, tuvo la oportunidad de asistir a la universidad y graduarse en medicina. Fue la primera médica de Italia.

Se interesó por la educación de los niños con deficiencias mentales y aplicó métodos experimentales consiguiendo que estos niños aprendieran a leer y escribir.
Desarrolló sus propios métodos que aplicó más tarde a toda clase de niños.

A través de su práctica profesional llegó a la conclusión de que los niños
«se construyen a sí mismos» a partir de elementos del ambiente y, para comprobarlo, volvió a las aulas universitarias a estudiar psicología.

Em 1907 fundó la Casa de los Niños y desarrolló allí lo que a la postre se llamaría el método Montessori de enseñanza. Todas sus teorías se basaron en lo que observó a los pequeños hacer por su cuenta, sin la supervisión de adultos.

La premisa de que los niños son sus propios maestros y que para aprender necesitan libertad y multiplicidad de opciones entre las cuales escoger, inspiró a María Montessori en todas sus batallas por reformar la metodología y la psicología de la educación.

Montessori, se valió de la Psiquiatría y la Pedagogía para crear un método de lectura, escritura y cálculo, basado en la libertad y el desarrollo integral de los niños y niñas de su época . Montessori era una gran educadora e investigadora preocupada por el ser humano completo e integral y sus necesidades, por eso, abordó la temática de la MUJER como género y su ejercicio profesional que había sido cuestionado en la sociedad italiana de comienzos del Siglo XX.

Los principios que la Educación Montessori pretende desarrollar en los alumnos y alumnas son:

Libertad.
Estructura y orden.
Énfasis en la naturaleza y en la realidad, fomentando la autodisciplina y la seguridad personal.
Apreciación de la belleza y respuesta positiva y espontánea hacia la vida.
Autoconstrucción y desarrollo psíquico.
Vida responsable en comunidad.
Este método cuenta también con un proyecto que guía la importancia del cuidado del cuerpo y del ambiente.

María Montessori daba mucha importancia al juego como estrategia de aprendizaje para lo cual ideó un material didáctico para este fin (formas geométricas, palos,lápices, pinturas), y propuso un mobiliario adecuado al tamaño de los niños.
También resaltó la importancia de la participación de los padres y las madres en el proceso educativo de los hijos e hijas.

FRASES DE MARÍA MONTESSORI:

"Si la disciplina se funda en la libertad, la disciplina misma debe ser necesariamente activa. No consideramos a un individuo disciplinado sólo cuando se lo ha reducido artificialmente al silencio o la inmovilidad. Éste es un individuo aniquilado, no disciplinado. Llamamos a un individuo disciplinado cuando es dueño de sí mismo, y puede, por lo tanto, regular su propia conducta cuando resulte necesario para seguir alguna norma de vida”.


"La primera tarea de la educación es agitar la vida, pero dejarla libre para que se desarrolle". “Demos al niño una visión de todo el universo”.

“Cada niño/niña es único/única y necesita una libertad para crecer y explorar el mundo por sí mismo/misma porque sólo de esta forma estaremos educando a los futuros hombres y mujeres”

"...Cada niño/niña marca su propio paso o velocidad para aprender y esos tiempos hay que respetarlos". "Nunca hay que dejar que el niño se arriesgue a fracasar hasta que tenga una oportunidad razonable de triunfar".

«Nadie puede ser libre a menos que sea independiente; por lo tanto, las primeras manifestaciones activas de libertad individual del niño/niña deben ser guiadas de tal manera que a través de esa actividad el niño o la niña pueda estar en condiciones para llegar a la independencia»